lunes, 6 de julio de 2009

Reflexión sobre la hegemonía de acuerdo con Gilpin

Desde la perspectiva de Gilpin, se puede establecer que la pérdida de la hegemonía de EEUU obdece a una serie de factores de índole económico.

En primera instancia hay que contextualizar el hecho histórico de que a EEUU le corresponde, después del fin de la Segunda Guerra Mundial, el rol de garantizar las reglas mundiales en la economía liberal y el comercio, muchas veces a través de instituciones como el FMI y otras creadas mediante los acuerdos de Bretton Woods.

Además, su moneda, el dólar, se convierte en la moneda de referencia. EEUU, por lo tanto, es quien rige los aspectos relacionados con la liquidez y la convertibilidad, suponiendo una gran confianza por ser la potencia militar y económica más fuerte que surge de la guerra. Retoma, de esta forma, el papel que jugó Inglaterra en el siglo 19 y entrado el 20.

Sin embargo, este papel tiene como consecuencia, también, financiar la reconstrucción del mundo, especialmente Europa y Japón. Surge así una gran emisión de moneda provocando una inflación de gran magnitud. Esto se liga, además, a la necesidad de financiar la guerra de Viet-Nam, así también una pérdida de competitividad frente a Alemania Occidental y Japón, las cuales hacen grandes innovaciones en su productividad. Frente a economías que pueden jugar con la convertibilidad de sus monedas para estimular las exportaciones, EEUU se encuentra atado con un gran déficit público y un sector privado que no es capaz de hacer frente al surgimiento de industrias de otros países competidores. Por lo tanto, hay un déficit cada vez más importante de la balanza de pagos (importaciones más grandes que las exportaciones).

En 1971, la Administración Nixon debe entrar a devaluar el dólar, terminando con la convertibilidad de este frente al oro. Los siguientes años no detienen el grave problema del déficit comercial y, si bien se toman algunas medidas por parte de la Administración Reagan, estas obedecen a presiones internas y diseminan el problema mundial de la deuda externa.

Hacia adelante, por lo tanto, se ve una economía cada vez más problemática que no pareciera ser capaz de garantizar la economía liberal a nivel internacional, muchas veces determinado esto por presiones políticas internas. Otras potencias surgen en el nivel económico, como Europa y Japón, los cuales pueden enfrentar, a este nivel, la hegemonía de los EEUU.

En el plano militar, tal hegemonía no parece tener cuestionamiento, no obstante la existencia del poder soviético en los años que Gilpin publica su libro.

Algunas veces, las guerras son capaces de dinamizar algunos sectores de la economía, pero tienen un alto costo en las finanzas públicas y en el terreno político. Por eso, la economía de guerra no pareciera ser una respuesta para que EEUU pueda retomar la hegemonía mundial. Prueba de ello, es que la guerra de Irak hundió aún más en la crisis, tanto política como económica, a este país.

De hecho, en el contexto de la crisis actual, se podría cuestionar la tesis de Gilpin de buscar un país hegemónico que pueda garantizar el orden económico liberal mundial. En primera instancia, parece que los actores no gubernamentales (como las transnacionales), son cada vez más importantes y que no se puede detener el análisis solamente en el contexto de los Estados nacionales. Por otra parte, la complejidad del mundo actual no deja margen para que se pueda definir que una sola potencia pueda manejar y garantizar este orden. Surge así un conjunto de países como el G20, los cuales representan economías de las potencias del Atlántico que formaron el G7, pero también incluye a nuevas potencias que buscan tener mayor protagonismo en las decisiones de la economía mundial.
No pareciera, por lo tanto, volver a tener épocas parecidas a la “Pax Britannica” o la “Pax Americana”, sino que se encontrará en un mundo de mayor inclusión de potencias que competirán, pero al mismo tiempo colaborarán en garantizar el orden mundial.

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