jueves, 19 de marzo de 2009

Gilpin: economía política y sus enfoques teóricos

El libro de Robert Gilpin, The Political Economy of International Relations (Princenton University Press, 1987), ofrece una lectura pertinente para analizar los fenómenos de las relaciones internacionales hoy en día, aun cuando haya sido escrito en el contexto de los años 80: hay un apogeo de la "revolución conservadora" de Reagan y Thatcher, la Unión Soviética no termina de caer por ese tiempo y aún no cobran importancia como actores de peso en el contexto internacional, la Unión Europea y China.



Más de ello, la intención de Gilpin es ofrecer un marco teórico de análisis, mediante el cual, tanto los hechos que suceden por el momento del libro, como los que surgen posteriormente, puedan ser estudiados. Esto y el anticipar dos hechos que parecen consolidarse años después, como los son el declive de Estados Unidos como potencia hegemónica y el traslado del núcleo económico del Atlántico norte hacia el Pacífico asiático, parecen marcar las principales motivaciones del libro.



La primera parte del libro (que es lo que se abordará a continuación), es precisamente, la descripción y reflexión que realiza Gilpin sobre las herramientas teóricas que utiliza.



En primera instancia busca definir "economía política", a partir del hecho de que la separación entre Estado y Mercado es incorrecta para tratar de analizar la realidad. Incluso, afirma que el uno y el otro son "tipos ideales", en términos de Weber. Para la economía política contemporánea, el Estado y el Mercado son las expresiones de organización política y económica, respectivamente, más avanzadas.



Las acciones políticas que se emprendan desde el Estado, afectan al Mercado y, este último, llega a constituir un elemento de poder en la sociedad, que influye en las decisiones políticas. Por lo tanto, el uno como el otro están en constante interacción.


Alrededor de las relaciones entre el Estado, el Mercado y la Sociedad, surgen tres perspectivas ideológicas (y no teóricas, según el autor): el liberalismo, el nacionalismo y el marxismo.

El liberalismo se orienta a separar el mercado de la política, estableciendo que el mercado no debería ser sujeto de ningún tipo de intervención. Se basa en la libertad de los individuos de establecer sus preferencias, a lo cual el mercado debe responder. Cada individuo busca maximizar su utilidad.

El mercado, como promotor de intercambio, es fuente de relaciones cooperativas. Esto permite que en el largo plazo exista un equilibrio. En ese sentido, las relaciones internacionales se benefician de esta característica, promoviendo que tales relaciones sean pacíficas.

Por su parte el nacionalismo se ocupa esencialmente de una visión de seguridad nacional. En ello, los aspectos económicos forman parte, tanto como lo podrían ser los asuntos militares. Se busca que la producción nacional sea sólida, de tal forma que la sociedad tienda a la autosuficiencia. Existen dos tipos de nacionalismos (o también conocido como "mercantilismo"): uno benigno, el cual se asocia a una posición defensiva y otro maligno, el cual se asocia con una expansión de tipo "imperialista", cuyo extremo puede identificarse con la Alemania nazi.

El marxismo apunta a que el mercado, si bien contribuye con el desarrollo económico y social, el desiquilibrio, su dinámica de acumulación de la riqueza presenta, su caida de las ganancias, con el tiempo, una contradicción con respecto al desarrollo y la innovación que pretende realizar el mercado. Además, fomenta el imperialismo a nivel global, esto es una acumulación de riquezas de las metrópolis con respecto a sus colonias y la necesidad de expansión de las naciones imperialistas, haciendo que surjan conflictos entre ellas.

La dinámica de la economía mundial presenta un desarrollo desigual. Esto puede obedecer a políticas locales de las sociedades en combinación con ciertas eficiencias relativas de éstas. No obstante, en cualquier caso, esto implica retos de política internacional que, de acuerdo a Gilpin, provoca que deba surgir un liderazgo a ese nivel que asegure la sobrevivencia del orden económico liberal.